El Gran Dilema
El mundo está lleno de retos. Cuando nos abrimos a él, siempre aparece algo nuevo que pulsa nuestros botones emocionales, suscita la aparición de nuestras defensas y nos desafía a ir más allá, como guerreros conscientes y no solo como cobardes inconscientes. Surgen puntos dolorosos porque somos más sensibles al mundo y porque también atendemos a nuestras propias reacciones. Hace falta valor para ser auténtico, para mirarnos fijamente a la cara a nosotros mismos.
Mientras estamos encapsulados, las emociones fuertes nos dan miedo. Si la emoción es dolorosa, nos sentimos amenazados y si es deliciosa o apasionada, podemos sentirnos sobrepasados. Tenemos miedo a perder el control y que nuestras máscaras desaparezcan. Por lo tanto, lo más fácil es vivir anestesiados, para lo cual desarrollamos adicciones y dependencias, buscando siempre una vía de escape que nos permita olvidarnos de lo que sentimos. Llegamos a tener miedo de sentir verdadera y profundamente.
Sin embargo, las emociones son nuestra energía, son las que nos hacen avanzar. Si actuamos inconscientemente nos dominarán como si fuesen algo externo a nosotros que nos poseyera. Sólo si se viven plenamente con conciencia podemos usar su energía en nuestro crecimiento. Abriendo los ojos y el corazón nos damos cuenta de que en el mundo hay innumerables elementos puntiagudos. Estar en el cambio no significa que todo vaya a ser equilibrado y suave, sino aprender a sentir el mundo tal cuál es.
La diferencia es que el valiente presta atención a todos los aspectos de su vida (incluyendo los desagradables) y el cobarde los encubre o directamente huye de ellos.
Honestamente, ¿donde te sitúas?